Otros pueblos de Formentera

Otros pueblecitos de Formentera donde nunca pasa nada.

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Es Caló

El pequeño y atractivo pueblo pesquero de Es Caló es todo un encanto para quien lo visita. Situado en un puerto natural con forma de herradura, está formado por un pequeño número de casas, con buenos restaurantes, cada uno con su propia especialidad culinaria, entre las que se incluyen un excelente pescado fresco, paellas y carnes a la brasa además de unas vistas perfectas de postal del mar azul turquesa.

Toda la zona es extremadamente bella, con un montón de pequeñas playas de arena fina y calitas escondidas, donde la gente puede relajarse en paz tomando el sol o sumergiéndose en las aguas cristalinas para descubrir la fauna marina que habita allí.

Hay restos de un asentamiento romano cerca de Es Caló, ya que para aquellas gentes era su puerto principal en toda la isla, al ser el que estaba más protegido. Cerca están los restos de la capilla romana, Can Blai además del camino empedrado que conduce hasta el pueblo de La Mola, del que todavía hoy día se conserva una parte.

Hay pruebas por todas partes de la herencia marinera del pueblo, con bonitas casetas de pescadores y embarcaderos de madera donde tradicionalmente se han guardado las barcas, protegiéndolas de las inclemencias meteorológicas.

El Pilar de la Mola

Encaramado al punto más alto en la parte oriental de la isla, el apacible pueblecito de El Pilar de la Mola es el punto geográfico más ventajoso para contemplar la isla. Es razonable esperar un ritmo de vida más pausado en comparación con el resto de Formentera, con un buen número de bares y restaurantes muy agradables que forman una hilera en la calle principal del pueblo.

En verano dos veces por semana El Pilar de la Mola cobra aun más vida cuando se celebra el mercado de artesanía, donde se venden productos artesanales locales hechos de cerámica, cuero, ropa, bisutería y cuadros realizados por artistas de la isla. Se nota muchísimo el bullicio de un día de mercado (miércoles y domingos de mayo a octubre), porque muchas personas lo visitan para adquirir un souvenir y disfrutar de la fantástica música en directo. También abren un pequeño número de talleres de artesanía la mayoría de días de la semana en verano.

Una visita a este rincón de la isla no puede estar completo sin un paseo hasta el famoso faro de La Mola, situado al borde de un pronunciado acantilado de 120 metros de altura sobre el nivel del mar, a un corto viaje en coche desde el centro del pueblo, con unas vistas espectaculares de la isla y del mar.

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